viernes, 19 de noviembre de 2010

JRUSCHOV Y LA DISGREGACIÓN DE LA URSS de Mijail Kilev

pagina 160:
Un verdadero marxista-leninista-estalinista, hoy, es el que:
-Apoyándose en el materialismo histórico, reconoce que el sistema capitalista actual es transitorio, y se dirige hacia una sociedad socialista sin clases y hacia el comunismo.
Los enemigos de clase hacen cualquier cosa para demostrar que el sistema capitalista es eterno e irremplazable. Pero no hay que olvidar que pese a todas sus riquezas, la sociedad capitalista se agota y se descompone. Porque los pobres, cada vez más numerosos, se vuelven más pobres; mientras el número de ricos disminuye, concentrando más y más riquezas. Porque el capitalismo no puede erradicar el paro, la pobreza, el vacío cultural, la criminalidad, la prostitución y otras muchas calamidades. La salida de esta realidad no se puede encontrar más que en el desarrollo de la conciencia política de las masas para organizarse y unirse en el combate por la eliminación de la sociedad capitalista. La teoría marxista-leninista da ESPERANZA y OPTIMISMO en la victoria definitiva del socialismo, y es una fuente de gran energía social.
-El que aplica el materialismo dialéctico para valorar los fenómenos sociales y elaborar científicamente la estrategia y la táctica de los comunistas.
MIJAIL KILEV
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-El que admite la existencia de la lucha de clases a nivel internacional y reconoce que se agudiza constantemente.
-El que admite que la clase obrera se ve obligada a utilizar todas las formas de lucha, también la lucha armada y la violencia, según las condiciones en cada país.
-El que reconoce la existencia de las contradicciones Norte-Sur, de las contradicciones regionales y de las contradicciones entre países imperialistas.
-El que reconoce que la revolución proletaria debe instaurar la DICTADURA DEL PROLETARIADO, indispensable para la edificación del socialismo, y que su objetivo es la NACIONALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN, para que éstos sean propiedad de los trabajadores, condición fundamental de la creatividad y de la satisfacción del trabajo.
-El que admite la necesidad del aumento y la modernización incesantes de las fuerzas productivas, de la educación de los trabajadores al colectivismo y al patriotismo socialista, de la satisfacción máxima de las necesidades crecientes de las masas, que son la esencia misma del socialismo.
-El que reconoce que el Partido Comunista defiende los intereses de las masas explotadas de las ciudades y del campo, que es el Partido de la gente que edifica la sociedad socialista y el organizador de su trabajo.
-El que acepta el CENTRALISMO DEMOCRÁTICO como el principio más democrático en el trabajo y en la dirección del Partido y del Estado.
-El que admite que la formación ideológica de los miembros del Partido es una garantía de su conciencia de clase y de su vigilancia, necesarias para combatir la ideología burguesa, para evitar los enemigos dentro del Partido y el revisionismo de toda índole.
-Quien acepta la solidaridad internacional entre comunistas como uno de los factores principales del éxito de la lucha contra el imperialismo.
-Quien acepta la necesidad del compromiso revolucionario para unir a los comunistas con aliados de la clase obrera.
-Quien es capaz de dar ejemplo personalmente, por su modo de vida y de trabajo, y mantener relaciones indestructibles con los trabajadores. Marx admiraba a los partidarios de la Comuna de París, quienes introdujeron el principio de un salario mediano para los funcionarios dirigentes -principio revolucionario muy poco aplicado hoy en día-.
LOS COMUNISTAS NO DEBEN OLVIDAR
QUE SON INVENCIBLES CUANDO ESTÁN UNIDOS.

JRUSCHOV Y LA DISGREGACIÓN DE LA URSS


Prólogo a la edición de 1999 en lengua búlgara
Iván VODENICHARSKY
Doctor en Filosofía
La primera edición de este libro, en 1997, pronto fue agotada, y una gran demanda le sigue llegando al autor y al C.C. del Partido Comunista de Bulgaria.
Mientras tanto, este libro ha sido traducido y editado en Chequia, Francia y Belgica. Ellos han sido los primeros en interesarse en este libro, el país donde, desde los años 60, el revisionismo ha descompuesto completamente el Partido Comunista.
¿Cómo explicar su enorme Éxito? Sin duda por el hecho de que da una respuesta exacta a algunas cuestiones complejas y difíciles, concernientes al trágico destino del socialismo en Europa del Este. Por primera vez -apoyándose en hechos históricos, recuerdos y propósitos de los colaboradores más cercanos a Stalin, tales como los mariscales Zhukov y Vassilievsky, entre otros- son denunciadas las calumnias de Jruschov hacia Stalin. Este libro es un intento de análisis certero de las razones fundamentales de la derrota de la URSS, a saber, en primer lugar: la línea revisionista del PCUS, introducida por Jruschov en el XX Congreso, quien ha colocado los fundamentos del proceso disgregacionista en el Partido y en el Estado, llevando a la URSS a la derrota bajo Gorbachov y Yeltsin.
El autor subraya que no pretende que este análisis sea exhaustivo, ni que su conclusión sea definitiva. Su objetivo es llamar la atención de la sociedad sobre un punto de vista científico, el único capaz de apreciar verdaderamente la obra y la personalidad de Stalin. Es una de las condiciones del renacimiento del movimiento comunista en la Europa del Este.

Autor:Mijail Kilev (Bulgaria)
titulo: Jruchov y la disgregación de la URSS
edita: Templando el acero
Traducción: garcia turcan
Corrección: PCOE
Paginas: 206
Precio: 12 e.

martes, 16 de noviembre de 2010

Leninismo o maoismo del peruano Jose Sotomayor


INTRODUCCION
Las contradicciones surgidas en el seno del Movimiento Comunista Internacional después de la muerte de Stalin, fueron agudizándose gradualmente hasta adquirir carácter antagónico al inicio de la década del 60. El carácter de principio de las cuestiones discutidas, no permitieron a ningún Partido Comunista ponerse al margen de la polémica.
En febrero de 1963, después de un mes de «veraneo» en la Colonia Penal del Sepa, me encontraba por tercera vez en la tétrica isla del Frontón junto con otros dirigentes de izquierda, muchos de ellos militantes del PCP, traídos de los distintos departamentos del país. Fue en esas circunstancias que las noticias del exterior,
publicadas por los diarios, hicieron conocer el punto crítico a que habían llegado las divergencias chino-soviéticas. A partir de entonces la sorda lucha interna del PCP se tornó virulenta. En el XVIII Pleno del C. C., realizado 8 meses después, se definieron las posiciones: la mitad de este organismo se identificó con los puntos de vista del PCUS y la otra mitad con los del PCCh.
El sectarismo, la intransigencia y la fobia anti China de quienes hicieron suyas las posiciones defendidas por Moscú, me llevaron al convencimiento de que era necesario viajar a Pekín para cambiar ideas con los dirigentes chinos en torno a la conveniencia de romper con el sector jruschovista del PCP e impulsar el surgimiento de un Partido hermano del PCCh.
Las gestiones realizadas para conversar con los líderes del PCCh dieron resultados rápidos y satisfactorios. A mediados del mes de noviembre del mismo año de 1963 se me comunicó que Pekín me esperaba. No había tiempo que perder. A los pocos días levanté vuelo hacia la RPCh, con la decisión de no volver sin antes haber llegado a un cabal entendimiento con mis anfitriones. Tenía la seguridad de que de ese entendimiento dependía en gran medida el futuro del movimiento revolucionario en el país. El tiempo se encargaría de desbaratar tan apresurada e
infundada convicción.
RUMBO A PEKIN
Cuando en 1959 visité la RPCh por primera vez, no tuve oportunidad de conocer ni escuchar a Mao Tze Dong. Sólo pude verlo de lejos, presenciando el gran desfile realizado en Pekín, con motivo de la celebración del 109 aniversario de la Revolución China. Desde la tribuna presidencial saludaba, con la mano derecha en alto, a una gran multitud congregada en la plaza Tien An Men.
La mañana del 14 de noviembre de 1963, ya en pleno vuelo con destino a Pekín, rememoré los 5 meses que durante el segundo semestre de 1959 residí en China.
Confieso que fui embargado por una fuerte emoción al pensar que pronto me encontraría nuevamente allí. Esta vez sí conversaré con el Presidente Mao, repetía una y otra vez, en monólogo silencioso. Para mí él era el continuador indiscutible de Marx, Engels, Lenin y Stalin, y no podía ni debía perder la oportunidad de verlo de cerca, abrazarlo y escuchar sus sabios consejos. Atrás quedaban las frenéticas luchas intestinas del PCP; lejos los enfrentamientos furiosos y las agrias recriminaciones. Adelante vislumbraba una luminosa perspectiva: el surgimiento de un partido proletario de nuevo tipo en el Perú, entroncado a un movimiento
comunista marxista leninista, continuador de las heroicas tradiciones de la Internacional
Comunista. Desde lo más profundo de mi conciencia surgió la decisión inquebrantable de contribuir con mi propia vida a la realización de tan grande tarea histórica.
Junto a mí, el rubicundo y regordete galeno que me acompañaba no dejaba de fumar. Estoy seguro que desde entonces urdía planes fraccionales y hacía el recuento de quienes podían acompañarlo en sus aventuras conspirativas. Típico ventajista, no le importaban los problemas que en esos momentos se discutían en el seno del Movimiento Comunista Internacional; su única aspiración era conseguir «relaciones».